Hoy me pregunto, ¿Cómo se hace en esos días en los que sólo hay noticias malas? Esos en los que el sufrimiento te mira a los ojos, una y otra vez, y otra vez, y te pide ayuda. Una ayuda que no puedes dar.
Uno de esos días en los que cada paso parece pesar más, en los que cada una de las lágrimas que otros han compartido contigo lo inundan todo, como un río que se desborda y arrastra lo que encuentra a su paso. Uno de esos días en los que a todas las personas que ves
Hay días en los que el mundo me resulta un lugar hostil, donde el interés lo pisotea todo, donde todo es gris. Se que no es así, pero estoy en uno de estos días en los que necesito enfadarme con el mundo, con el sistema y con la vida, cuanto más grande mejor.
Soy sincero, hoy estoy de mal humor, estoy dolido, siento rabia e ira, con este mundo de vallas, de alambradas, de concertinas y de armas. Estoy enfadado con este sistema, que aparta a millones de personas, a cientos de millones, como si fuesen el precio a pagar por lograr el privilegio de la minoría. Estoy enfadado, porque es un sistema que consigue la complicidad de la mayoría, el silencio. Estoy enfadado porque la minoría pisotea a la mayoría, y eso me resulta tan injusto. Injusto, hoy el mundo «me da bronca», y me parece injusto.
Aún así, estas semanas estoy aprendiendo mucho, estoy viviendo cosas que me dan mucha esperanza, y que me tocan mucho. Estoy compartiendo mi tiempo con mucha gente buena, gente que no se calla, que da sin esperar a cambio, que se remanga y se pone manos a la obra, que se organiza. No importa si hay que organizar una olla popular, para que la gente de algunos barrios coma, o dar clases de boxeo a los más pequeños en la Isla Maciel. Da igual si hay que organizarse para asesorar a migrantes en sus derechos, o planificar jornadas barriales contra el racismo institucional. O hay que dar clases de forma gratuita para que todo el mundo tenga acceso a la educación, o pararse frente a mil policías para gritar por los derechos. «Solo el pueblo salva al pueblo» dicen, y yo aquí lo veo todos los días, y es algo que me da luz en días como hoy, de gris y oscuridad, de dolor y de tristeza. Me da mucha vida poder participar de esto, poder compartir del activismo de tanta gente, de tantísima militancia y solidaridad. A veces las mejores cosas suceden en los peores lugares, y eso me da un respiro.
Siempre agradecido a todas esas personas que en su día a día guardan tiempo, invierten energías en ayudarse mutuamente, en hacer algo desinteresado, porque se sienten parte de algo más grande que ellas mismas. Parte de una comunidad, un espacio, una humanidad quizá. Me siento muy afortunado de poder compartir todo el activismo que estoy compartiendo estas semanas, que no es institucional ni remunerado, que parte de abajo y se autogestiona.
Es una frase que suena a utópica, pero hay momentos en los que cobra mucho sentido para mí. Solo el pueblo salva al pueblo.
(En el apartado «Rinconcito político» iré escribiendo sobre algunos espacios que me han inspirado mucho para escribir esto!! Iré subiendo poco a poco)
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